lunes, 27 de octubre de 2008

ANTONIO DEL POZO


Hoy no puedo comenzar de otra manera que no sea cantando aquello de:

"¡Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz, te deseamos todos, cumpleaaaaañooooos feeeeeliiiiiz!"

Pero si una vez más quiero serme fiel como siempre en este sueño imposible y si uds. me lo permiten, cambio esa cancioncilla por ésta otra que me gusta mucho más:

"¡Feliz, feliz en tu día, amiguito, que Dios te bendiga, que reine la paz en tu día y que cumplas muchos máaaaas!"

Y que suene alto y muy fuerte para que se escuche bien lejos porque por más que la letra de un famoso bolero insista machaconamente con que dicen que la distancia es el olvido, estar separado por quinientos y pico kilómetros de distancia no significa que no pueda estar al lado de quien me apetece… o quiero. ¡Et voilà! Éste es el caso.

Todo comenzó hace unos años, la mañana de uno de esos tres jueves que decían nuestros mayores que relucían más que el sol. Los dos sabíamos el uno del otro y los dos esperábamos el momento de encontrarnos de frente para poner una imagen real a las palabras que nos dibujaban constantemente.

Lo recuerdo trajeado, con su pelo negro "tallado en el estudio de Castillo Lastrucci", observándome agazapado detrás de unas grandes gafas de sol, cerveza en mano y desterrando sus temores una vez presentados el uno al otro. "No es tan fiero el león como me lo he pintado", debió pensar en el momento. No era tan fiero ni tampoco pensó que aquel león se convertiría en el rey de su pequeña selva. Y desde entonces hasta hoy, ¡hakuna matata!

El tiempo es sabio, aquilata los valores y a cada uno nos ofreció la oportunidad de sembrar en el otro. Podemos decir que a día de hoy, cada año hemos aumentado la cosecha y a cada momento celebramos lo que el viento se llevó…

Él es una persona tierna, entrañable, de principios muy básicos, sin grandes ambiciones, que entiende la vida a su manera, que vive y deja vivir… ¡y no se casa con cualquiera!

De piel morena y bien parecido, estatura media, con unos grandes ojos afanosos en desbordar la mirada, simpático de simpatías poco forzadas, afable, con risa y sonrisas desbocadas, cierto gesto altivo, … y sabe Dios que si amanece con mal día o le tocas las orejas, ¡cuídense del ladrido del perro que lleva dentro!

Juntos hemos paseado por callejones y avenidas, rizado el rizo en conversaciones por fascículos; rezado por los nuestros, los otros y los que están más allá, celebrado cenas con postre, copa y recopa, realizado mil viajes sin movernos de una silla… y como la que está en San Gil, también hemos reído y hemos llorado sabiendo que nos queda siempre la Esperanza.

¿Qué puedo decir de alguien que conoce mi abanico de emociones, el ritmo de mis sentimientos, mis buenos y malos humores, el sonido de mis silencios, la tonalidad de mis risas, … e incluso la densidad del aire que respiran mis pulmones? Son tantas cosas las que nos unen y tantísimas otras las que nos separan que, aún como el perro y el gato, ya no sé si mis noches de verano serían las mismas sin cantar a mi lado por las calles de Sevilla. "Ni una sola palabra, ni gesto, ni mirada…"

A mí me gusta porque se pierde en sus querencias, no pone coto a sus pasiones, se hace amigo de mi gente, me extraña sin ausentarme… ¡y me copia devociones! Y lo que es más importante, sé que me necesita porque me quiere… ¡que uno ya está harto de que le quieran porque le necesitan!

Éste es mi amigo Antonio, compañero del alma, compañero.

Muchísimas felicidades hoy... y siempre. Y que cumplas muchos más teniendo la certeza de que me tienes a tu vera, siempre a la verita tuya.


PD.: Se me olvidó contar que no tiene pareja y por eso... ¡hagan juego, señores!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Dicen que los amigos, los de verdad, se pueden contar con los dedos de una mano, y siempre sobran dedos.... pues yo digo qué que más da los dedos que sobren cuando se cuenta con una amistad de este tamaño....

Felicidades Antonio, qué cumplas muchos más y que los amigos te durén también muchos más....