miércoles, 15 de octubre de 2008

TERESA


Corría el año 2002 y ella cada viernes llegaba en un tren procedente de Ávila. Entraba sin llamar y se sentaba en el lado derecho de mi cama. Me miraba, sonreía y su compañía me aliviaba el malestar de un tratamiento que hoy puedo decir que me curaba... y me curó.

No sé cómo se entero ni tampoco quién la llamó, pero cada viernes regresaba puntual para pasar junto a mí el fin de semana en Madrid.

Me habló de su vida andariega, de su salud quebradiza, de su imaginación apasionada, de sus contradicciones, de la Virgen, de sus sentimientos por el Padre Gracián, de las dos Castillas, de sus muchos momentos con Juanito de Yepes, de sus conventos, de sus monjas, de sus libros de caballerías, … y de sus pequeñas cosas, de tantas y tantas cosas de su sueño imposible.

Once meses dan mucho de qué hablar, tiempo teníamos y ganas no nos faltaron. Y hablábamos y hablábamos, pero sin lugar a dudas, de lo que más hablamos fue de Sevilla y San José. Mi Sevilla y nuestro San José.

De Sevilla, Teresa no guarda un buen recuerdo y de hecho le fastidiaba mi insistencia en querer saber su experiencia en la ciudad, pero todo tornaba en ternura si le pedía que me contara sus chascarrillos con el Santo Padre José. Y nos hinchábamos a reír. Sí, también nos reímos mucho, porque sin apenas ganas por mi parte, ella me arrancaba la risa con su gracia chispeante.

Así pasaban los fines de semana y yo agradecía sorprendido la bondad de sus atenciones para conmigo. Confieso que me gustaba saberla tan cerca y entre fiebres escucharla decir: "Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa"

Y todo pasó... y ahora me la imagino en otros quehaceres. Tal vez ensimismada contemplando las murallas de su ciudad sentada en lo alto de alguna loma, o entre pucheros canturreando canciones populares, o bajo la luz que entra por su ventana escribiendo poemas que retratan su alma enamorada.

Pero,... ¡la extraño!

Y la extraño mucho y algunos viernes aún quisiera seguir enfermo para sentir que me arropa y me acaricia, oír su voz en la penumbra de mi habitación o reírme con sus simpáticas ocurrencias.

Adelantada a su tiempo, mujer en un mundo de hombres, excepcionalmente dotada de una extraordinaria madurez que supo hacer frente a las más altas autoridades civiles o eclesiásticas, valiente y con coraje como para que los ataques del mundo no le hicieran doblar la cabeza... ¡Lo que se dice con un par! Ésta es mi Teresa, una de las mujeres más grandes y admirables de la historia.

Parafraseándola con una de sus anécdotas y eternamente agradecido, desde entonces... ¡yo soy Carlos de Teresa!


PD.: También me contaba que le gusta Concha Velasco, que le está muy agradecida a Josefina Molina por retratarla mejor que fray Juan de la Misería… ¡y que ella nunca jamás hizo yemas!

PD.2: Y tú que ahora eres Santa, Doctora de la Iglesia y Patrona de los escritores españoles, ¿a quién dices que le concederán el Premio Planeta 2008 esta noche? ¿También has oído que será para Fernando Savater?

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