sábado, 11 de octubre de 2008

SONATA DE OTOÑO


Viernes tarde, cinco amigos y un teatro.

Cuatro actores sobre un escenario, un director teatral que con su montaje se enfrenta a desnudar a un clásico del cine y un texto de intensa carga emocional del mítico Bergman. Todo un reto. Y un más difícil todavía con redoble de tambores si la conjunción de todo ello es capaz de lograr hacerme olvidar a Ingrid Bergman, una de mis actrices preferidas. ¿A qué a más de uno os he sorprendido con esta declaración manifiesta de mi admiración por la actriz sueca? Pues, ¡sorpresas nos da la vida! ¡Me encanta la Bergman! Pero no es ella el motivo de esta nueva entrada...

"Sonata de Otoño" es una película sueca escrita y dirigida por Ingmar Bergman en 1978, (interpretada magistralmente por la ya mencionada inolvidable Ingrid Bergman y Liv Ullman), cuya adaptación bajo la dirección de José Carlos Plaza llega a las tablas del teatro de la mano de Marisa Paredes, Nuria Gallardo, Pilar Gil y Chema Muñoz.

Confieso que me gusta José Carlos Plaza y aquellas obras dirigidas por él que he podido disfrutar sobre los escenarios a lo largo del tiempo. En este caso, algo ha fallado, aunque aprecio que ha recreado las luces y las sombras de una familia con un argumento que puede parecer simple, pero que refleja la amargura de las almas, el dolor de las emociones y la gran incomunicación en la que a veces se sumen los seres humanos.

"Sonata de Otoño" es un retrato del egocentrismo, la historia de dos mujeres -madre e hija- llenas de rencores y frustraciones que no se comprenden y la obra en la que se invierten las tradicionales funciones de madre consecuente y responsable e hija disparatada e irreflexiva.

En esta particular representación en el madrileño Teatro Bellas Artes -con una sobria escenografía y el protagonismo de una iluminación muy delicada- me sorprendió la soberbia y tierna entrega de Pilar Gil como la hermana enferma y disminuida; una vez más y como en tantas otras ocasiones, me encantó la poderosa interpretación de Nuria Gallardo, me gustó la actuación secundaria de Chema Muñoz y, sin lugar a dudas y lo digo como lo siento, esperaba más de Marisa Paredes, excesivamente solemne y comedida encarnando a una mujer egoísta y vanidosa, que ha abandonado todo en su vida como afamada concertista de piano entregada en cuerpo y alma a su carrera profesional.

Reconozco que el suyo es un papel desapasionado, pero creo que se muestra sobradamente gélido, y en el largo dialogo entre madre e hija en la buhardilla de la casa, no me sorprendió tanto como con la interpretación de la misma escena -junto a Victoria Abril- en el homenaje que Pedro Almodóvar rindió a Bergman en su película “Tacones Lejanos”.

Aún así, merece la pena, aunque uno sabe y es consciente que es muy difícil superar a Ingrid.


PD.: Curiosamente, representando este papel fue su última aparición en la pantalla grande y la única vez que fue dirigida por su compatriota, Ingmar Bergman.

¡Viva la Bergman... siempre!

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